Mis Reflexiones Personales

Bastaaaaa

Julio 2018

Hoy he llegado a un momento “basta”. Son momentos en los que me veo superada, arrastrada, agotada y totalmente desconectada de mí. ¿Cuál será el mecanismo que me lleva a esta situación? Todo parece empezar bien, con palabras amables, límites bien puestos, emociones acompañadas,… y de golpe la cosa se desmadra, empieza a crecer la tensión en el ambiente, vas de límite en límite y a veces no te da tiempo a terminar de poner uno que ya estás con otro, y las palabras se empiezan a convertir en gruñidos. Entonces te encuentras en un momento de desconexión total, en el que lleva el control absoluto tu piloto automático y no eres capaz de darte cuenta, de observar objetivamente, qué está pasando, porque estás dentro del huracán. Y al poco, según el tiempo que puedas sostener así, todo acaba con un grito de “¡Bastaaaaaaa!”. Tal como me ha ocurrido hoy.

Es curioso ver como un grito es capaz de parar el huracán. ¿De dónde sale este grito? Yo me observo y veo que mi grito sale muy de dentro, de la incoherencia entre lo que está pasando afuera que es dar, dar y dar; con lo que está pasando dentro que es necesito, necesito y necesito. Y cuando observo esto me parece una súplica de mi niña interior para recibir algo, una mirada de vez en cuando quizás, porque se siente olvidada y piensa ¿y yo qué?

He pasao del grito al lloro. Porque cuando grito “basta” me reconecto de alguna manera y me miro dentro y me veo. Me veo agotada, superada, olvidada por mí. Y en ese preciso instante en que me pregunto cuánto hace que no me mimo a mí, que soy la persona más importante de mi vida… me he permitido llorar, porque sí, esto me ha dolido.

Me he acordado entonces de un ejercicio de autocompasión que aprendí hace un tiempo y me he abrazado y me he dicho “Sí, me quiero, soy valiosa y merezco cuidarme y amarme. Me sabe mal haberme descuidado durante este tiempo. Agradezco esta oportunidad, este momento basta, que me permite darme cuenta. Y ahora, ¿qué puedo hacer por mí?” y dejo pasar unos segundos de silencio para sentir estas disculpas hacia mí misma… hasta que surge la respuesta. Esta vez me ha apetecido estar unos minutos simplemente respirando. En otras ocasiones ha sido escuchar una canción que me guste, un paseo, unos minutos de lectura, un cambio de aires,… Cualquier cosa que me acerque a mí en estos momentos en que necesito consuelo, supongo.

Y me lo permito, ¡claro! Normalmente aviso a los niños que necesito un tiempo para mí y dentro de las posibilidades me priorizo. Si otro adulto está disponible es más fácil, pero sino también hay maneras para poder mirarme y mimarme unos minutos mientras estoy con los niños. Hoy estaba sola, así que les he avisado y me he dedicado un par de minutos a respirar centrando la atención en mí.

Y ahora, escribiendo estas lineas, me doy cuenta que si esto es posible ¿por qué tengo que llegar a un momento “basta” para poder mimarme? ¿Es que se me olvida que también estoy yo? ¿Es que tengo que llegar a sentirme mal para poder quererme? Eso no es amor incondicional, entonces… ¡Uaaaauuuu! ¡Gracias! ¡Qué gran descubrimiento acabo de hacer! Esto me acaba de mostrar que no me amo incondicionalmente ¡y a lo mejor me pensaba que sí! Ahí está mi oportunidad de aprendizaje, mi oportunidad de crecimiento. ¡Gracias por esto! Por darme cuenta del camino que puedo seguir para aprender a criar con amor: ¡aprender a amarme a mí!

¿Y cómo puedo aprender a amarme? Amándome. No hay otra, hay que seguir con la practicar AHORA. ¿Y por dónde empiezo AHORA? Reflexiono unos instantes hasta que me viene la respuesta… Sintiéndome, mirándome, permitiéndome. Y decido volver a la pregunta inicial sobre el momento “basta” (¿Cuál será el mecanismo que me lleva a esta situación?). Y lo veo claro, el mecanismo es dejar de sentirme, dejar de mirarme, dejar de permitirme.

Y ahí tengo una gran decisión delante: sí, quiero aprender a amarme y solo puedo hacerlo AHORA. No importa que esté poniendo límites, cocinando, cambiando pañales o recogiendo juguetes. Mi presente es mi momento ideal para sentirme, mirarme y permitirme. No hay un momento mejor, porque el momento que existe es este. Y me hago una petición: tratarme con compasión y comprensión en este camino de aprendizaje, disfrutar del camino sin exigirme ni juzgarme, y agradecer si llega otro momento “basta” para volver a colocarme en el camino y recordarme que estoy aprendiendo.